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sábado, 23 de febrero de 2019
viernes, 16 de febrero de 2018
El culto a la personalidad (Artículo mexicano)
El narcisismo, el egocentrismo y la soberbia van de
la mano cuando de auto alabarse o ser lisonjeado se
trata.
Muy propio de la clase política en todo el mundo es el
culto a la personalidad. En los artistas este rasgo raya en
lo absurdo y para muchos es adoptado como una forma
de vivir.
En el país, hace casi dos siglos, Agustín de Iturbide
se proclamó excelentísimo y otros títulos, siendo ello
parte de su debacle. Maximiliano también recibió títulos,
al igual que su esposa Carlota, a quien le gustaba que le
nombraran emperatriz. Ni qué decir de Antonio López
de Santana, otro que recibía con agrado muchos adjetivos
entronizados.
Pasando un buen tiempo, ya en
plena Revolución, nació en el país
lo que sería el tren institucional, con
villanos, héroes, bandidos, caciques
y muchos generalatos, siendo don
Venustiano Carranza el primero en
treparse y estrenar este tren para dar
paso al culto a la personalidad.
Alabar la investidura del alcalde
de cualquier municipio, gobernador
de algún estado o el presidente de la
república, es visto como normal por
el pueblo mexicano.
Los políticos suelen pagar por que algún pasquín
promocione sus discursos, sus obras, sus eventos o
busque su lado fotogénico, incluyendo su sonrisa, para
alabar su figura que es, sin duda, la mentira envuelta en
un disfraz.
Privatizan las sonrisas, la vestimenta, el peinado y
hasta el cinismo fomentando una especie de humor negro
que envuelve a la sociedad.
El orgullo arropa la propia miseria e insignificancia
de muchos políticos antes de ser presidentes, gobernadores,
diputados o senadores, y muestra lo que le espera
a la sociedad detrás de una sonrisa congelada, sardónica
o sarcástica.
El orgullo del hombre hace cuanto puede por justificar su nombre y cree que copiar la imagen es saltar a la
gloria; dicho de otro modo, al hombre le gusta retratarse
en sus dioses, aunque esos ídolos sean de lodo.
El culto a la personalidad es para la mayoría de los
políticos mexicanos, hacer que sus súbditos los sigan
hasta la ignominia, que por él mastiquen el alimento; es
el retrato del surrealismo de nuestra política, encerrado
en el inconsciente colectivo, un delirio popular labrado
a base de propaganda por la máquina de los medios masivos
al servicio del que puede pagar.
En este país labrado de circunstancias y muchas casualidades
suceden utopías y paradojas perversas, citaré
una: Cuando una personalidad inaugura alguna obra
de cualquier tipo, sea unos metros de pavimento o un
puente, y los medios hacen propaganda, comentan que
este personaje “hizo” o “llevó a cabo” dicha obra, y lo que
en realidad están haciendo es tratar de vernos la “P” de pendejos en
la frente. Su mensaje intenta vendernos la idea de que
se le está haciendo un favor al pueblo,
cuando sabemos que es una obligación
para los que ostentan el poder
que los habitantes o ciudadanos les
han conferido. Su función es hacer
obras, administrar el dinero, incluso
obligar a los subordinados que
den buen servicio en los diferentes
frentes y entender que es dinero del
pueblo y que para eso se les paga muy
buen salario.
Parece que el país esta afiliado a
un sufrimiento de vivir en cada elección
la misma cantaleta y después
soportar la lluvia de desmanes que estos funcionarios
ya sentados en sus puestos hacen, muchas veces gracias
a la propaganda pagada a sus virtudes inventadas y a
personalidad comprada.
El vedetismo, muy de moda en el deporte,sobre
todo en el fútbol también aplica entre los políticos,
donde va desde el maquillaje, llamado look, hasta
sus poses y la obsesión por buscar su mejor ángulo
fotográfico.
Me comenta un agricultor que ya la gente no compra
por el sabor su fruta (melón, sandía), sino por su presentación,
es decir, porque la fruta esté bonita. Un ejemplo:
el durazno americano, sí, muy bonito, ¿pero acaso
sabe a durazno?
Según se ve, los mexicanos somos muy dados a creer
en las mismas mentiras y las imágenes que nos venden
caras la clase política y todo para seguir adornando ese
culto a la personalidad que muchos profesan.
FIDENCIO TREVIÑO MALDONADO. México,
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